Guadalupe Hidalgo, octubre 25 de 1920.
José
L. Osorio Mondragón
Tacubaya
Muy
querido José Luis:
Sin
estar enfermo, porque ayer hablé con Conchita*, has dejado de venir veinte días,
y esto me hace pensar muchas cosas. Bien sé que tu tristeza es muy grande y muy
justificada, pero yo creo que en lugar de impedirte que vinieras debería
tenerte todos los días conmigo. También sé que tienes muchas clases, pero yo
conozco novios empleados muy enamorados que vienen no sólo de México sino
también de las colonias, aunque sea a las ocho de la noche, a ver a sus novias
y suplican a las mamás que les permitan la visita todos los días, porque es muy
poco tres veces a la semana.
Imagínate
ahora, que he estado mala y triste porque se fue Luis a los Estados Unidos,
ahora que necesitaba más de tu cariño, ahora es cuando no vienes. A estas
distancias, es imposible que me conozcas y que me quieras.
Créemelo,
José Luis, no te lo digo enojada, pero te lo digo triste: no veo en ti el
cariño y el entusiasmo que se necesita para formar un hogar. Tú has visto que
no he sido exigente y que me entusiasmo a tus menos demostraciones de cariño;
pero también me desconcierta mucho tu conducta tan fría y tan indiferente en
otras ocasiones, cuando yo quisiera que siempre fuera tu cariño tan vehemente
como el mío.
¿Quieres
que te hable con franqueza? Pues bien, te diré que muchas veces he pensado que
no me quieres porque consideras que no lleno lo que tu orgullo y tus
aspiraciones necesitan. ¿Es ése, en efecto, el motivo?
Ya
no te digo más, porque quién sabe si estaré disparatando; pero piensa un
poquito lo que he dicho, o más bien lo que mi cariño resentido te ha dicho, y
después me escribes.
Como
siempre, te manda su corazón tu Amparo.
*Conchita es Concepción Osorio Mondragón, hermana de José Luis, quien seis años después tendría una primera hija, María de la Luz.
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