jueves, 7 de noviembre de 2013

8 de diciembre de 1917


Tacubaya, septiembre 8 de 1917.

Srita. Amparo Bolado

Mi vida alienta esperanza.
Por mi Dios y por mi Dama.

Amada mía:

Al fin he resuelto y arreglado mi viaje a Toluca para esta tarde, así es que salgo de México a las 3 p.m. para llegar a aquella población, Dios mediante, a las 6 p.m. No he querido, empero, dar paso alguno sin proceder antes a comunicártelo, para conocer tu opinión y que quedaras en todo y por todo absolutamente conforme, pues ya en el estado en que se encuentran nuestras recíprocas relaciones, si tú no hubieras manifestado aprobación, habría desistido, aun cuando motivos más poderosos me impulsaran a efectuar semejante viaje.

Como sabes, pienso permanecer en Toluca solamente el domingo y emprenderé el viaje de regreso el lunes por la tarde, pues el martes a las 11 a.m. debo asistir a la clase de la Academia que sustentaré en el Museo. No se te olvide que estás invitada para esa visita, con toda anticipación y en primer término.

Ya supe que arribaron antenoche con toda felicidad, de lo cual me congratulo íntimamente.

Dado el poco tiempo de que dispongo para permanecer en la capital del Estado de México, no va a ser posible que me dirija a Ixtlahuaca, como tenía proyectado anteriormente; así es que el domingo lo pasaré visitando la ciudad y, si acaso, haciendo pequeños viajes a Tenango  y San Juan de las Huertas. Por supuesto que, a mi regreso, ya tendrás la crónica completa de todo mi viaje con todo el fastidioso detalle que yo acostumbro emplear en mis transcripciones, pero del cual no puedo prescindir cuando trato de darle vívido colorido a mis impresiones.

Anoche tuvimos nuestra segunda lección de alemán en el Centro de Estudios Católicos. La sala estaba plena y reinaba positivo entusiasmo entre toda la concurrencia de ambos sexos que asistió. Excuso decirte que yo estaba tan feliz, pues me he propuesto con todo entusiasmo y decisión luchar en favor de la Ciencia, pero sobre todo en favor de la más noble de la más bella y de más santa de las causas: la causa de nuestra religión. Ésta es la obra que (con) todo desinterés y ardor me he propuesto; éste es el camino por el que siento mis pasos ahora, y de allí que experimento tan grande satisfacción al ver los primeros resultados de mi obra, obra social, obra religiosa y obra científica, tal es el ideal que por ahora persiguen mis actividades intelectuales, las cuales deposito ante ti como una ofrenda de mi amor, la más bella ofrenda que puede ofrecerte mi corazón.

Cerca de cuarenta y cuatro personas concurrieron a la lección, llegadas de todas partes de la ciudad y de diversos puntos del Distrito Federal, todas con entusiasmo y deseo verdadero de aprender, todas sin reparo de acogerse bajo el techo de esa santa causa y bajo la bellísima égida del Sagrado Corazón, patrono de la Sala de Conferencias. Las había, de entre ellas, doctores, licenciados, ingenieros, sacerdotes, profesoras, profesores y estudiantes de las facultades universitarias que iban para escuchar la palabra nueva, para nutrir su inteligencia en las bellísimas fuentes del saber, y para ver de obtener algo útil, algo bueno y apropiado para medrar en la feroz lucha de la vida. En resumen, anoche se consiguió un verdadero éxito en la causa de los estudiantes católicos. Que Dios me ayude para perseguir la misión que me he impuesto en la vida, con todo el amor y el entusiasmo de que mi miserable persona se siente alentado para depositar al pie de su trono.

El domingo, pues, no nos veremos; pero yo te escribiré desde allá. Pensaré en ti mucho, mucho, mucho. Y tú también te acordarás no menos de mí, ¿verdad, cielito mío? ¿En qué ocuparás tu mañana, faltándote mi engorrosa visita? ¿Qué hará la niña de mis ojos y la princesita de mis sueños? ¡Ah! ¡No se olvidará de mí! ¡Hasta muy pronto! ¡Adiós!

José Luis

No hay comentarios:

Publicar un comentario