Tacubaya,
septiembre 8 de 1917.
Srita.
Amparo Bolado
Mi vida alienta
esperanza.
Por mi Dios y por mi
Dama.
Amada
mía:
Al
fin he resuelto y arreglado mi viaje a Toluca para esta tarde, así es que salgo
de México a las 3 p.m. para llegar a aquella población, Dios mediante, a las 6
p.m. No he querido, empero, dar paso alguno sin proceder antes a comunicártelo,
para conocer tu opinión y que quedaras en todo y por todo absolutamente
conforme, pues ya en el estado en que se encuentran nuestras recíprocas
relaciones, si tú no hubieras manifestado aprobación, habría desistido, aun
cuando motivos más poderosos me impulsaran a efectuar semejante viaje.
Como
sabes, pienso permanecer en Toluca solamente el domingo y emprenderé el viaje
de regreso el lunes por la tarde, pues el martes a las 11 a.m. debo asistir a
la clase de la Academia que sustentaré en el Museo. No se te olvide que estás
invitada para esa visita, con toda anticipación y en primer término.
Ya
supe que arribaron antenoche con toda felicidad, de lo cual me congratulo
íntimamente.
Dado
el poco tiempo de que dispongo para permanecer en la capital del Estado de
México, no va a ser posible que me dirija a Ixtlahuaca, como tenía proyectado
anteriormente; así es que el domingo lo pasaré visitando la ciudad y, si acaso,
haciendo pequeños viajes a Tenango y San
Juan de las Huertas. Por supuesto que, a mi regreso, ya tendrás la crónica
completa de todo mi viaje con todo el fastidioso detalle que yo acostumbro
emplear en mis transcripciones, pero del cual no puedo prescindir cuando trato
de darle vívido colorido a mis impresiones.
Anoche
tuvimos nuestra segunda lección de alemán en el Centro de Estudios Católicos.
La sala estaba plena y reinaba positivo entusiasmo entre toda la concurrencia
de ambos sexos que asistió. Excuso decirte que yo estaba tan feliz, pues me he
propuesto con todo entusiasmo y decisión luchar en favor de la Ciencia, pero
sobre todo en favor de la más noble de la más bella y de más santa de las
causas: la causa de nuestra religión. Ésta es la obra que (con) todo desinterés
y ardor me he propuesto; éste es el camino por el que siento mis pasos ahora, y
de allí que experimento tan grande satisfacción al ver los primeros resultados
de mi obra, obra social, obra religiosa y obra científica, tal es el ideal que
por ahora persiguen mis actividades intelectuales, las cuales deposito ante ti
como una ofrenda de mi amor, la más bella ofrenda que puede ofrecerte mi
corazón.
Cerca
de cuarenta y cuatro personas concurrieron a la lección, llegadas de todas
partes de la ciudad y de diversos puntos del Distrito Federal, todas con
entusiasmo y deseo verdadero de aprender, todas sin reparo de acogerse bajo el
techo de esa santa causa y bajo la bellísima égida del Sagrado Corazón, patrono
de la Sala de Conferencias. Las había, de entre ellas, doctores, licenciados,
ingenieros, sacerdotes, profesoras, profesores y estudiantes de las facultades
universitarias que iban para escuchar la palabra nueva, para nutrir su
inteligencia en las bellísimas fuentes del saber, y para ver de obtener algo
útil, algo bueno y apropiado para medrar en la feroz lucha de la vida. En
resumen, anoche se consiguió un verdadero éxito en la causa de los estudiantes
católicos. Que Dios me ayude para perseguir la misión que me he impuesto en la
vida, con todo el amor y el entusiasmo de que mi miserable persona se siente
alentado para depositar al pie de su trono.
El
domingo, pues, no nos veremos; pero yo te escribiré desde allá. Pensaré en ti
mucho, mucho, mucho. Y tú también te acordarás no menos de mí, ¿verdad, cielito
mío? ¿En qué ocuparás tu mañana, faltándote mi engorrosa visita? ¿Qué hará la
niña de mis ojos y la princesita de mis sueños? ¡Ah! ¡No se olvidará de mí!
¡Hasta muy pronto! ¡Adiós!
José
Luis
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